entidades de realidad fundamentales en filosofía

 

2 Roles
2.1 Roles trascendentales
El papel de una categoría es el trabajo que esa categoría se supone que realiza en un sistema metafísico. (En diferentes ocasiones hablaremos de las categorías o de sus miembros como si desempeñaran ciertos roles; confiamos en que el contexto deje claro lo que queremos decir). Una forma útil de pensar en los roles es en términos de la resolución de problemas que surgen en el pensamiento metafísico. El problema podría ser explicar un fenómeno dado y, como parte de una explicación, se postulan ciertas entidades como causantes del fenómeno en cuestión. Por ejemplo, la verdad de muchas proposiciones podría explicarse postulando estados de cosas que las hacen verdaderas; o las similitudes que observamos entre entidades numéricamente distintas podrían explicarse postulando universales que son compartidos por las entidades similares. Otros problemas podrían implicar la explicación de fenómenos dados, en el sentido de decir más claramente qué son ciertas entidades. Por ejemplo, el problema podría implicar decir qué es, trascendentalmente hablando, un objeto concreto ordinario, y las posibles respuestas incluyen un conjunto de propiedades o una combinación de propiedades y un sustrato.

En cada caso, podemos distinguir entre el papel que planteamos que desempeñan las entidades y las entidades que se plantean. Por ejemplo, a menudo se piensa que los estados de cosas desempeñan el papel de creadores de la verdad, pero este papel no se define por referencia a los estados de cosas, y otras entidades, como los tropos ponen el punto muy bien: para cualquier entidad de una categoría dada, podemos distinguir sus calificaciones para desempeñar ciertos papeles (aquellas características de la entidad en virtud de las cuales es apta para desempeñar un papel) de las responsabilidades que tiene en la medida en que desempeña ese papel.

Como sugiere la formulación de Schaffer, las cualificaciones y las responsabilidades están estrechamente relacionadas. Por ejemplo, los universales se definen a menudo como tales, ya que un mismo universal puede ser instanciado simultáneamente por distintas entidades. Es esta característica de los universales la que los hace aptos para dar cuenta de las similitudes entre entidades distintas. Las cualificaciones que deben tener las entidades para desempeñar los papeles que se les asignan serán uno de los criterios para pertenecer a su categoría trascendental.

4 Criterio de las entidades fundamentales de la realidad: Fundamentación y explicación
4.1 Explicación metafísica y fundamentación
Paralelamente a la reciente renovación del interés por la dependencia trascendental, los metafísicos se han centrado cada vez más en la fundamentación y la explicación metafísica. La literatura sobre estos temas (en particular sobre la fundamentación) es ya amplia, y no intentaremos resumirla aquí. Más bien, esbozaremos algunas opciones apropiadas para pensar en la fundamentación y la explicación metafísica y consideraremos las formas en que éstas podrían proporcionar criterios de entidades fundamentales de la realidad.

La noción de explicación metafísica se toma típicamente como no causal y se ilustra con ejemplos: por ejemplo, una reunión de la facultad se produce porque el profesorado está reunido discutiendo asuntos de importancia para el departamento; una camisa es roja en virtud de que es granate; la verdad de una afirmación se explica por cómo es alguna parte o aspecto de la realidad. En cada uno de estos casos, algo existe o es de cierta manera en virtud de que otras cosas existen o son de cierta manera, donde la frase «en virtud de» no expresa una interconexión causal.

La fundamentación está estrechamente relacionada con la explicación metafísica y a menudo se ilustra con los mismos ejemplos. Según un punto de vista, la fundamentación es una interconexión o estructura mundana que las explicaciones metafísicas rastrean, de la misma manera que las interconexiones causales se toman típicamente para rastrear las interconexiones de la causalidad. Según esta interpretación de la fundamentación, las explicaciones suelen considerarse estrechamente vinculadas a nuestros intereses y actividades conceptuales y epistémicas; nos dedicamos a la actividad de explicar, y las explicaciones son representaciones típicamente producidas por dicha actividad. Según otro punto de vista, la fundamentación se identifica con la explicación metafísica; para que algo sea fundamentado por otra cosa sólo es para que la primera cosa sea explicada metafísicamente por la segunda. Según esta interpretación, las explicaciones suelen considerarse objetivas en sí mismas, en el sentido de que son relativamente independientes de nuestras actividades e intereses. Así, por ejemplo, los hechos o las proposiciones se explicarían por otros hechos o proposiciones, independientemente de lo que cada uno piense sobre ellos. Para un enfoque alternativo en el que la fundamentación se identifica con explicaciones que no son objetivas en este sentido.

La fundamentación se considera habitualmente irreflexiva, asimétrica, transitiva y no monótona. Además, se asume típicamente que la fundamentación completa de una entidad necesita metafísicamente la existencia de esa entidad. Casi todas estas características han sido cuestionadas. No obstante, cada una de ellas está ampliamente aceptada y contribuye a conformar la visión ortodoxa actual de la fundamentación. Es común suponer que los relatos de las interconexiones de la fundamentación son hechos o proposiciones, pero hablaremos de forma más general de las entidades como fundamentadas o que están fundamentadas.

Las nociones de fundamentación y dependencia trascendental han estado a menudo estrechamente vinculadas en la literatura, y en ocasiones se han tratado como si recogieran la misma interconexión. Sin embargo, sugerimos que las ideas básicas que subyacen a cada una de ellas son diferentes, de modo que la primera no implica claramente la segunda. La idea básica que subyace a todas las formas de dependencia trascendental es que una entidad requiere algo de otras entidades para su existencia o identidad, por ejemplo. La dependencia va de la entidad dependiente a aquello de lo que depende. Por el contrario, la idea básica de la fundamentación es que un ente o entes generan otra cosa: provocan o hacen que exista o sea de una determinada manera (lo que significa, al menos, que las verdaderas afirmaciones de fundamentación licencian las explicaciones metafísicas, de que una cosa existe o es de una determinada manera porque otras cosas existen o son de una determinada manera). La fundamentación, según este punto de vista, va de los fundamentos a lo que explican. Los fundamentos determinan metafísicamente lo que fundamentan, pero esta idea parece dejar abierto si cada entidad fundamentada requiere algo de otras entidades para existir o ser como es.

No hay que exagerar la fuerza de esta afirmación. Hay algunos casos de fundamentación en los que es plausible que la entidad fundamentada sí dependa trascendentalmente de sus fundamentos (por ejemplo, la existencia de conjuntos no vacíos suele considerarse fundamentada en la existencia de sus miembros y los conjuntos también dependen trascendentalmente de sus miembros). Tampoco estamos afirmando que existan casos de fundamentación en los que las entidades fundamentadas no sean trascendentalmente dependientes. Mi afirmación es la más modesta, que la idea básica de fundamentación es diferente y no implica obviamente la idea básica de dependencia trascendental. Así pues, aunque puede resultar que una concepción de las entidades fundamentales de la realidad en términos de fundamentación esté estrechamente relacionada con una concepción en términos de dependencia trascendental o incluso la implique, no es necesario suponerlo desde el principio.

4.2 La falta de fundamentación y la independencia explicativa
La dependencia explicativa es una forma rígida de dependencia, pero una versión genérica puede formularse directamente. Como ejemplo de entidades explicativamente dependientes, los tropos existen porque sus portadores, o sujetos, o anfitriones son así y así.

Las explicaciones que Schnieder considera apropiadas para la dependencia explicativa son conceptuales (es decir, basadas en interconexiones conceptuales). El orden de la explicación viene determinado por la complejidad relativa de los conceptos apropiados: «En general, los enunciados que implican conceptos complejos o elaborados se explican recurriendo a conceptos más primitivos». Así, por ejemplo, en el caso de los tropos, Schnieder sostiene que sus «designadores canónicos» (frases como «la palidez de Sócrates») son expresiones complejas que expresan conceptos lógicamente complejos; éstos se construyen a partir de conceptos más simples (por ejemplo, «Sócrates», «pálido»), que aparecen en el explanans («Sócrates es pálido») y se explican. De este modo, la existencia del tropo La palidez de Sócrates se explica porque Sócrates es pálido.

La noción de dependencia explicativa puede utilizarse para formular un criterio de entidades fundamentales de la realidad: El criterio de no fundamentación, el criterio de no fundamentación (el hecho de que x exista)* y el criterio de independencia explicativa apelan todos a la misma idea básica de que las entidades fundamentales de la realidad (o las entidades fundamentales en general) no se hacen existir por otra cosa; para que una entidad fundamental de la realidad dada (véase también la predicación en la teoría metafísica) exista, no hay otra cosa en virtud de la cual exista.

Esta idea es compatible con que las entidades fundamentales de la realidad dependan existencialmente, tanto rígida como genéricamente, de otras entidades. Si es también compatible con que una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) dependa de otra cosa para su esencia o su identidad es más controvertido (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero en cualquier caso no es obvio que una entidad no fundamentada no pueda ser esencialmente dependiente o dependiente de la identidad.

Además, el Criterio No Fundamentado, el Criterio No Fundamentado (el hecho de que x exista) y el Criterio de Independencia Explicativa sugieren cada uno un papel que pueden desempeñar las entidades fundamentales de la realidad: el de explicar metafísicamente todo lo demás que existe. Tomando como ejemplo el Criterio de No Fundamentación, se podría afirmar que cualquier cosa que no sea una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) está a su vez fundamentada en una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) o en entidades fundamentales de la realidad. Esta afirmación no está implicada por el Criterio de No Fundamentación (ni una afirmación equivalente está implicada por el Criterio de No Fundamentación (el hecho de que x existe) o el Criterio de Independencia Explicativa) (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero junto con cualquiera de estos criterios, tales afirmaciones captarían el sentido en el que las entidades fundamentales de la realidad son «explicadores inexplicables»: inexplicables porque no están fundamentados ni son explicativamente dependientes, explicadores en el sentido de que juntos fundamentan o explican todo lo demás.

4.3 Evaluación de los criterios
Hay varias líneas de crítica que podrían dirigirse a estas propuestas. Para empezar, se han hecho varias críticas a la fundamentación.

Los detalles de la concepción de Schnieder sobre la dependencia explicativa también son cuestionables. No está nada claro que todas las explicaciones no causales sean explicaciones conceptuales, tal y como Schnieder las caracteriza. Por ejemplo, parece posible lo siguiente: los hechos mentales se explican metafísicamente por los hechos físicos, pero esta explicación sólo puede conocerse o comprenderse a posteriori.

Además, no está claro por qué debemos esperar que el orden de la explicación metafísica proceda siempre de lo conceptualmente más simple a lo más complejo. Tomemos el ejemplo del tropo La palidez de Sócrates, cuya existencia se supone explicada por el hecho de que Sócrates sea pálido. Un teórico del tropo puede negar que exista alguna propiedad universal de ser pálido. Entonces, no está claro por qué este teórico se vería obligado a explicar la existencia de este tropo apelando al hecho de que Sócrates sea pálido, ya que no está claro que la frase «Sócrates es pálido» elija algo en virtud de lo cual exista este tropo. Alternativamente, se podría argumentar que el hecho de que Sócrates sea pálido se explica por el hecho de que este tropo es inherente a Sócrates; tal vez para que una entidad sea pálida es necesario que pertenezca a una determinada clase de semejanza en virtud de que tenga un tropo de palidez. De cualquier manera, el orden de la explicación metafísica no parece seguir el orden conceptual de la manera que supone Schnieder.

Además de esta preocupación, el criterio de independencia explicativa se enfrenta a posibles contraejemplos (que también parecen aplicarse al criterio sin fundamento y al criterio sin fundamento (el hecho de que x existe)). Por ejemplo, hay entidades cuya existencia no puede explicarse de forma plausible pero que muchos consideran candidatos dudosos a ser entidades fundamentales de la realidad, como el conjunto vacío o los universales platónicos simples. Correia sugiere que estos ejemplos pueden tratarse limitando las entidades fundamentales candidatas de la realidad a entidades concretas. A Correia también le preocupa que una propuesta muy parecida al Criterio de Independencia Explicativa excluya como entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) cualquier entidad con partes propias esenciales. Que el Criterio de Independencia Explicativa excluya o no tales entidades dependería de si la existencia de tales entidades se explica metafísicamente por sus partes propias esenciales. No está claro si una entidad debe o no estar fundamentada en las entidades de las que depende esencialmente; tampoco está claro si su existencia puede explicarse metafísicamente, incluso en parte, apelando a esas otras entidades.

Dejando a un lado los posibles contraejemplos, podemos seguir preguntándonos cómo se supone que funcionan las propuestas que tenemos sobre la mesa (el criterio de no fundamentación, el criterio de no fundamentación (el hecho de que x existe) y el criterio de independencia explicativa). La idea básica que cada uno de ellos expresa -que la existencia de las entidades fundamentales de la realidad no requiere explicación- es prometedora al menos como condición necesaria sobre las entidades fundamentales de la realidad, pero las nociones de explicación metafísica o fundamentación que las subyacen necesitan un mayor desarrollo.

4.4 Desarrollo de los criterios
Una forma de pensar en la fundamentación es como una interconexión primitiva que no admite variedades. Este punto de vista es compatible con el criterio de no fundamentación o con el criterio de no fundamentación (el hecho de que x existe). Sin embargo, si la fundamentación se entiende de esta manera, no está claro cómo el Criterio no fundamentado o el Criterio no fundamentado (el hecho de que x existe) nos llevan más allá de la idea intuitiva esbozada en el párrafo anterior, de que las entidades fundamentales de la realidad son tales que su existencia no requiere explicación. Sería preferible que pudiéramos decir algo más sobre la fundamentación y el criterio correlativo de las entidades fundamentales de la realidad como no fundamentadas.

Un enfoque diferente admite diferentes tipos de fundamentación. Por ejemplo, se podría pensar en la «fundamentación» como un término paraguas para una variedad de interconexiones metafísicas más determinadas (por ejemplo, la realización, la composición, la formación de conjuntos y quizás otras). Entendida de este modo, la noción de enraizamiento sería similar a la noción de «construcción de interconexiones». Hay varias maneras de pensar que estas interconexiones más determinadas pertenecen todas a una clase unificada (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma en línea). Bennett afirma que cada una de estas interconexiones determinadas es dirigida (es decir, asimétrica), y es tal que los ‘constructores’ generan y necesitan metafísicamente lo que construyen) (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Por ‘generar’, quiere decir que cada interconexión constructiva es susceptible de ser apelada en una explicación metafísica. Es decir, se podría responder a la pregunta «¿Por qué existe x?», con un enunciado de la forma «Porque x está compuesto de Ys dispuestos de tal o cual manera», o «Porque x es un conjunto no vacío y sus miembros, algunos Ys, existen». Exactamente qué enunciado de esta forma sería la respuesta correcta dependería de qué tipo de entidad es x; pero si la pregunta puede responderse con algún enunciado de este tipo, entonces x está fundamentado, y el enunciado indicaría qué es lo que lo fundamenta.

Una visión diferente de la fundamentación como algo que admite variedades es que se trata de un género con diferentes especies; las interconexiones de determinación que acabamos de enumerar (composición, realización, etc.) no son las especies del género, sino los differentia, los rasgos que distinguen las diferentes especies de la fundamentación. Por ejemplo, la fundamentación puede ser una interconexión entre hechos, y podemos distinguir entre las instancias de fundamentación que implican composición (por ejemplo, los hechos sobre x se fundamentan en hechos sobre Ys, donde x se compone de Ys) de las que implican realización (por ejemplo, los hechos sobre que x es F se fundamentan en hechos sobre que x es G, donde las instancias de F se realizan por instancias de G), etc.

C’ no es tanto un criterio concreto de las entidades fundamentales de la realidad como una pauta para la investigación posterior.

Hay más problemas con el «criterio no fundamentado». Hay disputas sobre qué interconexiones determinadas subyacen realmente a las explicaciones metafísicas, y en qué dirección van esas explicaciones. Por ejemplo, se suele suponer que la existencia de los conjuntos se explica por la existencia y disposición de sus partes, pero se ha afirmado que al menos algunos conjuntos explican la existencia de sus partes.

No obstante, merece la pena tomarse en serio el «criterio sin fundamento». Nos lleva más allá de la idea intuitiva en la que se basan el Criterio No Fundamentado, el Criterio No Fundamentado (el hecho de que x existe) y el Criterio de Independencia Explicativa, cada uno de los cuales afirma que la existencia de las entidades fundamentales de la realidad no admite explicación. Lo hace articulando la noción apropiada de explicación metafísica en términos de diferentes interconexiones metafísicas que podrían pensarse para sustentar tales explicaciones.

5 Otros criterios de las entidades fundamentales de la realidad
5.1 El sujeto último
En esta sección, consideraremos otros tres enfoques de las entidades fundamentales de la realidad. El primero de ellos es pensar en las entidades fundamentales de la realidad como sujetos últimos. Caracterizadas de este modo, las entidades fundamentales de la realidad pueden contrastarse con las entidades que tienen un modo de ser adjetivo, entidades que son modificaciones o cualificaciones de otras entidades o que están en algún sentido constituidas por tales modificaciones. Las entidades con modos de ser adjetivos, o entidades adjetivas, incluyen propiedades, interconexiones, estados (por ejemplo, el estado de estar abollado o de formar un puño), al menos algunos acontecimientos (por ejemplo, la sonrisa de Amy), y entidades constituidas por otras entidades que se encuentran en ciertos estados o sufren ciertos acontecimientos (por ejemplo, una abolladura particular, o la sonrisa de Amy).

Un sujeto último no es una entidad adjetiva; no es en sí mismo una modificación de otra cosa, ni está constituido por otra cosa (o algunas otras cosas) que se modifican de alguna manera. Es algo que existe «por derecho propio», a diferencia de existir por derecho de otra cosa como, por ejemplo, una mera modificación de esa otra entidad. El criterio del sujeto último de las entidades fundamentales de la realidad es la afirmación de que, necesariamente, una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) es un sujeto último.

Aunque la noción de entidad adjetiva es algo vaga, parece posible dar ejemplos de entidades que claramente no son adjetivas. Considere un organismo como un gato. Plausiblemente, para que un gato exista ciertas células deben estar dispuestas de una manera determinada. Se podría decir que para que las células estén dispuestas de esta manera es para que estén calificadas o modificadas colectivamente (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero es plausible que el gato no esté constituido por esta disposición de las células de forma parecida a como una abolladura está constituida por el hecho de que algo esté abollado. Por ejemplo, el gato podría haber sido constituido por células diferentes a las que lo componen realmente, mientras que plausiblemente una abolladura particular no podría haber sido constituida por el hecho de que otra entidad haya sido abollada. El gato, uno está tentado a decir, es algo por encima de que las células que lo componen realmente estén dispuestas de una manera determinada, mientras que la abolladura no es nada por encima de que una entidad particular esté abollada.

He introducido el tema último como alternativa a la independencia, pero el primer criterio se ha considerado a menudo como una versión del segundo. El pensamiento es que las entidades adjetivas son dependientes de otras entidades modificadas; un sujeto último, en cambio, no es dependiente de esta manera. Es plausible que el Sujeto Último conlleve alguna versión de la Independencia, pero no es obvio que entender el primero como una versión del segundo capte plenamente el pensamiento de que las entidades fundamentales de la realidad son sujetos últimos. Lo que parece distintivo del Sujeto Último es que pretende aclarar lo que es ser una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) por referencia a una clase de contraste específica de no-sustancias (entidades adjetivas) que se agrupan porque existen de una determinada manera. Decir que un ente tiene un modo de ser adjetivo es vincularlo a algún otro ente o entes de una manera bastante específica: lo que ese ente es, es una modificación o calificación de otra cosa (o está constituido por tal modificación). Un sujeto último no está ligado a ninguna otra entidad de esta manera específica, incluso si resulta que algunos sujetos últimos son ellos mismos trascendentalmente dependientes. (Dicho esto, quienes consideran que la noción de ser un sujeto último designa un tipo de independencia pueden interpretar el Sujeto Último como una versión de la Independencia o como si cayera bajo una de las versiones de la Independencia ya discutidas).

Sin embargo, el sujeto último no tiene por qué entenderse como una simple importación de una distinción lingüística o conceptual a la ontología. El contraste entre los sujetos últimos y las entidades adjetivas puede ilustrarse apelando a ejemplos paradigmáticos de uno y otro lado (por ejemplo, un caballo individual frente al estado de ser marrón de este caballo) y considerando lo que tienen en común los ejemplos de uno y otro lado. A primera vista, este procedimiento no parece requerir el rastreo de categorías lingüísticas existentes (por ejemplo, sustantivos o adjetivos). Tampoco requiere rastrear conceptos que ya teníamos antes de distinguir entre sujetos últimos y entidades adjetivas. (Por supuesto, trazar esta distinción trascendental requiere utilizar conceptos como «sujeto último» y «entidad adjetival». Lo que quiero decir es que no tenemos que entender este procedimiento como si se partiera de una distinción conceptual que ya se tenía y se utilizara ésta como base para trazar o reconocer la distinción trascendental).

Pasemos a considerar otras dos objeciones a pensar en las entidades fundamentales de la realidad como sujetos últimos. Cada una de ellas comienza con la siguiente observación: pensar en x como sujeto último requiere pensar en x como distinta de cualquier entidad que la califique o modifique, o que esté constituida por el hecho de que x sea modificada de alguna manera (en adelante hablaremos simplemente de las propiedades de x, dejando de lado otras entidades que son adjetivas de x). La primera objeción es que la idea misma de una entidad distinta de cualquiera de sus propiedades es incoherente. Sólo podemos tener una idea de algo pensando en que tiene unas u otras características. Por lo tanto, estrictamente hablando es imposible pensar en cualquier entidad como un sujeto último. La segunda objeción es que incluso si la idea misma de un ente distinto de sus propiedades es coherente, no puede haber ningún ente correspondiente a esta idea. Esto se debe a que ninguna entidad puede existir sin ninguna propiedad (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Bertrand Russell (1945) expresa la preocupación de la siguiente manera: ‘Se supone que una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) es el sujeto de las propiedades, y que es algo distinto de todas sus propiedades (véase más sobre el monismo en filosofía en esta plataforma en línea). Pero cuando quitamos las propiedades y tratamos de imaginar las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) por sí mismas, nos encontramos con que no queda nada». Es decir, no puede existir una entidad sin propiedades o la llamada particularidad desnuda o sustrato desnudo.

Es posible que ambas objeciones descansan en una concepción errónea de las entidades fundamentales de la realidad como sujetos últimos. abordaremos primero la segunda objeción. Al pensar en x como sujeto último debemos distinguir conceptualmente entre x y todas sus propiedades, pero esto no implica que x pueda existir sin tener ninguna propiedad. Tibbles tiene propiedades (como todos están de acuerdo); y es distinto de sus propiedades, en el sentido de que no es más que similar con alguna o con todas ellas (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero eso no implica que Tibbles y sus propiedades sean separables, en el sentido de que cada uno pueda desprenderse del otro (dejando al sujeto sin propiedades, y a las propiedades sin sujeto).

La idea de que una entidad pueda existir sin tener propiedades de ningún tipo es dudosa en extremo. Si las propiedades se entienden como formas en que las entidades son o podrían ser, una entidad sin propiedades parecería ser una entidad que no existe de ninguna manera. Por esta lógica, desconfiamos de cualquier visión de las entidades fundamentales de la realidad como lo que quedaría si se le «sustrajeran» todas las propiedades pertenecientes a una entidad (Tibbles, digamos) (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero, afortunadamente, la noción de una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) como una entidad distinta de cualquiera de sus propiedades no requiere que pensemos en las entidades fundamentales de la realidad como carentes (o como capaces de carecer) de cualquier propiedad.

La segunda objeción, a la que acabamos de responder, descansa en un movimiento ilícito desde que x es distinta de sus propiedades hasta que x existe sin ninguna propiedad (o es capaz de existir sin ninguna propiedad). La primera objeción descansa en un movimiento similar, desde el concepto de una entidad que es distinta de cualquier propiedad al concepto de una entidad desprovista de todas las propiedades. En respuesta a esta objeción, observe primero que se trata de conceptos diferentes. La idea desnuda de un sujeto (pensar en x simplemente como algo que tiene propiedades, sin especificar cuáles son esas propiedades) es una cosa; la idea de un sujeto desnudo (pensar en x como algo que no tiene propiedades) es otra muy distinta. Una vez aclarada esta distinción, también debería quedar claro que la primera de ellas no conlleva la segunda. La idea desnuda de un sujeto implica simplemente pensar en una entidad como portadora de propiedades, abstrayéndose o dejando de lado las propiedades específicas que lleva o que debe llevar. Esto no requiere pensar en esa entidad como carente de todas las propiedades. Y una vez aclarado este punto, no está claro qué lógica puede haber para pensar que la mera idea de un sujeto es incoherente.

El sujeto último indica un punto importante: las entidades adjetivas, en general, parecen malas candidatas para ser entidades fundamentales de la realidad. Así pues, es una condición necesaria lógica sobre las entidades fundamentales de la realidad que ninguna entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) puede ser una entidad adjetivada. Si la distinción entre sujetos últimos y entidades adjetivas es exhaustiva (es decir, si cualquier entidad debe ser una u otra), el sujeto último sería plausible. Dicho esto, está limitado en un aspecto importante. Consideremos los conjuntos, las sumas mereológicas o las entidades sociales como las orquestas. No está claro que estas entidades sean entidades fundamentales de la realidad (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero tampoco es evidente que sean entidades adjetivas: en todo caso, no pertenecen claramente a uno de los tipos de entidades adjetivas mencionados al principio de esta subsección. Así pues, aunque ser un sujeto último sea una condición necesaria para ser una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), no está claro que sea suficiente.

5.2 La simplicidad
Otro criterio propuesto para las entidades fundamentales de la realidad es la Simplicidad: necesariamente, las entidades fundamentales de la realidad son entidades simples. Más precisamente, una entidad cuenta como entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) sólo si no tiene partes sustanciales, partes propias que son en sí mismas entidades fundamentales de la realidad, según una amplia literatura. Las partes sustanciales pueden contrastarse con las partes espaciales y las partes temporales. Una parte espacial de una entidad es una porción de esa entidad que ocupa una determinada región del espacio (por ejemplo, la mitad superior de una manzana). Del mismo modo, una parte temporal de una entidad es una porción que ocupa una determinada extensión o porción de tiempo (por ejemplo, mi escritorio durante 2021).

A menudo se considera que la simplicidad es compatible con que las entidades fundamentales de la realidad tengan partes espaciales o temporales. La idea básica es que las partes sustanciales se corresponden con los entes a los que pertenecen de una manera diferente a como lo hacen las partes temporales o espaciales. Heil dibuja esta diferencia en términos de si las partes componen o no los conjuntos. Una entidad con partes sustanciales está compuesta o formada por dichas partes; en cambio, una entidad con partes espaciales o temporales no está compuesta por esas partes. Una forma de desarrollar esta distinción es en términos de esencia o conceptos reales. Por ejemplo, si x tiene partes espaciales, cada una de estas partes se definirá precisamente como una determinada porción de x, mientras que x no puede definirse como el conjunto de estas partes. Por el contrario, si x contiene entidades sustanciales como partes propias, estas entidades no se definirán como partes de x. Para cada una de estas entidades, su esencia es independiente de su condición de parte de x. Es porque son independientes de x de esta manera que puede decirse que componen a x, en contraposición a que sean talladas de x de la manera en que lo son las partes espaciales de x.

Un argumento a favor de la Simplicidad se basa en el pensamiento de que es difícil ver cómo un complejo de entidades fundamentales de la realidad en sí mismo podría tener una propiedad. Es cierto que se puede decir que el complejo es de varias maneras (por ejemplo, que tiene una determinada extensión espacial) (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma en línea). Pero esta forma de hablar no debe tomarse como si implicara que el complejo en sí mismo tiene propiedades. Más bien, el hecho de que el complejo sea de varias maneras es una cuestión de cómo están dispuestos sus constituyentes y qué propiedades tienen.

Algunos autores desarrollan esta idea en términos de elaboración de la verdad. Consideremos una entidad compleja como un gato. Podemos hacer varias afirmaciones verdaderas sobre este gato: tiene una altura determinada, un color, etc. Heil sugiere que lo que hace que estas afirmaciones sean verdaderas no es que el gato tenga propiedades en sí mismo, sino las propiedades de las partes sustanciales del gato y cómo están dispuestas esas partes. Así, por ejemplo, lo que hace que sea cierto que el gato tiene una determinada altura es que sus partes están dispuestas de tal manera que juntas tienen una determinada extensión espacial a lo largo de un eje determinado.

Hay varios problemas con esta línea de pensamiento. En primer lugar, es engañoso caracterizar cada entidad con partes sustanciales como un complejo de entidades fundamentales de la realidad, al menos en la medida en que esta caracterización sugiere que cada una de esas entidades es más que similar con alguna colección específica de entidades fundamentales de la realidad. Muchas entidades fundamentales complejas de la realidad candidatas parecen ser distintas de la colección de sus partes específicas. Por ejemplo, un organismo como un gato está compuesto de células, pero es incorrecto identificar un gato con la colección específica de células que lo componen, ya que ese mismo gato podría haber estado compuesto de células diferentes y puede sobrevivir a la sustitución de algunas de las células que lo componen.

Teniendo en cuenta esto, sería prematuro suponer que cualquier forma de ser de la entidad compleja es sólo una cuestión de las propiedades de sus partes sustanciales y de cómo están dispuestas estas partes. Por ejemplo, una afirmación verdadera que podemos hacer sobre el gato es que puede sobrevivir a la sustitución de algunas o todas sus partes sustanciales (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma en línea). Pero esto no es cierto para el conjunto específico de las partes que lo componen. En consecuencia, no está claro cómo sus partes, incluso dispuestas de una manera específica, podrían hacer verdadera esta afirmación sobre el gato.

Schaffer presenta dos argumentos diferentes a favor de la simplicidad. El primero de ellos es el argumento de la economía. Para esbozar este argumento, debemos introducir primero la noción de completitud:’una pluralidad de entidades es completa si y sólo si duplicar todas estas entidades, conservando sus interconexiones fundamentales, basta metafísicamente para duplicar el cosmos y su contenido. Schaffer sostiene que no sólo las entidades fundamentales tomadas en conjunto deben ser completas, sino que deben ser mínimamente completas, al no tener ninguna subpluralidad propia que sea completa. Si algunos entes fundamentales de la realidad incluyen a otros como partes, esto violaría la completitud mínima: cualquier pluralidad completa de entes fundamentales que incluya un todo y una de sus partes propias tendrá una subpluralidad completa sin esta parte propia, y por tanto no será mínima.

Schaffer afirma que las entidades fundamentales deben ser en conjunto mínimamente completas porque si no lo fueran, algunas de ellas serían redundantes (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero el hecho de que ciertas entidades fundamentales candidatas sean redundantes dependerá de los papeles que se supone que desempeñan. Uno de esos papeles es el de ser la base fundamental de la que surge todo lo demás. Pensemos en este papel en términos de fundamentación: la base fundamental consiste en aquellas entidades que no están fundamentadas y que juntas fundamentan todo lo demás. Parece crucial para este papel que la fijación de las entidades que en conjunto constituyen la base fundamental fijará por tanto todo lo demás; la completitud es una forma de reconocerlo.

Ahora supongamos que una subsección de la base fundamental, S, fuera en sí misma completa. Schaffer argumentaría que en ese caso las entidades de la base fundamental que no estuvieran en S serían redundantes (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero esto no se deduce. La completitud se define en términos de necesidad metafísica, mientras que el papel teórico de formar parte de la base fundamental se define en términos de fundamentación. Y mientras que se piensa normalmente que la base fundamental conlleva una necesidad metafísica, es plausible que lo contrario no sea cierto. Una entidad x podría necesitar metafísicamente otra entidad y sin fundamentarla (piense en la existencia de {Sócrates} necesitando la de Sócrates). Por lo tanto, los miembros de S podrían juntos necesitar metafísicamente cada entidad que no esté en la base fundamental sin fundamentar por ello cada una de esas entidades. Así, las consideraciones de economía teórica no implican por sí mismas que la base fundamental sea mínimamente completa.

Se podría sugerir que el argumento de la economía podría ser rescatado si la completitud se define no en términos modales, sino en términos de fundamentación o noción de construcción de interconexiones. Por ejemplo, se podría decir que las X son completas en el mundo w si las X individualmente o en conjunto fundamentan todo lo demás en w. Y las X son mínimamente completas si son completas y no hay ningún subconjunto de las X, las Y, que también sean completas.

Dados estos conceptos, parece plausible que las entidades fundamentales en un mundo deban ser mínimamente completas. Sin embargo, no está claro que, dados estos conceptos, los fundamentalia no puedan incluir entidades complejas algunas de cuyas partes propias son también fundamentales (por ejemplo, entidades no fundamentadas que ayudan a fundamentar todo lo demás). Por todo lo que se ha dicho hasta ahora, puede ser que haya entidades complejas tales que ni las entidades complejas fundamentan sus partes propias, ni las partes fundamentan las entidades complejas. No está claro por qué incluir tales entidades complejas entre los fundamentalia requeriría que se violara la completitud mínima. Es decir, si hay tales entidades complejas entre los fundamentalia, no está claro que deba haber un subconjunto de entidades fundamentales que incluya las partes pero no los conjuntos y que sea completo en sí mismo; tampoco está claro que deba haber un subconjunto de entidades fundamentales que incluya los conjuntos pero no las partes y que sea completo. Y si la inclusión de entidades complejas entre los fundamentales no requiere una violación de la completitud mínima, el argumento de la economía no funcionará.

El segundo argumento a favor de la simplicidad es el argumento de la recombinabilidad. Este argumento se basa en la premisa de que los objetos concretos reales fundamentales deben ser libremente recombinables, sirviendo como unidades independientes del ser. A grandes rasgos, dos entidades son libremente recombinables entre sí si las propiedades intrínsecas que tiene una no necesitan metafísicamente nada de las propiedades intrínsecas que tiene la otra. Las entidades que están interconectadas parcialmente entre sí (o que, de hecho, se solapan meramente) no son libremente recombinables. Por lo tanto, ninguna entidad fundamental puede ser parte propia de otra entidad fundamental.

Este argumento es vulnerable a una objeción similar a la planteada al argumento de la economía. La recombinación libre es una condición modal. Si la necesidad metafísica y la fundamentación pueden separarse, puede ser que las entidades distintas puedan restringirse modalmente unas a otras sin estar en interconexiones de fundamentación entre sí. De hecho, no está claro por qué no podrían constreñirse modalmente entre sí incluso si cada una no está fundamentada. En términos más generales, no es obvio por qué las entidades fundamentales deben ser libremente recombinables; a primera vista, esto no se desprende de su condición de fundamentales (por ejemplo, como si juntas formaran la base fundamental).

Estas respuestas a los argumentos de Schaffer se basan en la suposición de que es posible que la necesidad metafísica se mantenga sin las interconexiones de base. Esta suposición ha sido cuestionada por motivos teóricos. La idea es que, en general, es mejor explicar la covariación modal apelando a las interconexiones de fundamentación que tratarla como algo bruto. Así, si x e y son entidades distintas que se constriñen modalmente la una a la otra, tenemos derecho a inferir que o bien x fundamenta a y, o bien y fundamenta a x, o bien tanto x como y están fundadas por alguna entidad o entidades más (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero aunque sea mejor explicar la covariación modal que tratarla como bruta, puede haber otras formas de explicarla. Por ejemplo, se podría intentar explicar la covariación modal de x e y apelando a las interconexiones esenciales que se dan entre ellas. Puede ser posible que entidades fundamentales distintas estén esencialmente relacionadas y, por lo tanto, se limiten modalmente la una a la otra sin que se fundan entre sí. (Esto descartaría que tales entidades contaran como entidades fundamentales de la realidad según el criterio de independencia esencial, pero podría ser compatible con otros criterios de entidades fundamentales de la realidad, como el criterio de independencia de la identidad o el criterio de no fundamentación).

Hasta ahora, hemos considerado los argumentos a favor de la Simplicidad. Hay menos argumentos en contra. Muchos filósofos que rechazan la Simplicidad apelan a entidades fundamentales paradigmáticas de la realidad que se entienden habitualmente como complejas (por ejemplo, las moléculas o los organismos). ¿Hasta qué punto podemos confiar en tales paradigmas para determinar nuestra concepción de las entidades fundamentales de la realidad? Tanto Heil como Schaffer adoptan puntos de vista revisionistas sobre tales ejemplos, sosteniendo que en última instancia no cuentan como entidades fundamentales de la realidad.

Otra forma de argumentar en contra de la Simplicidad sería exponer una concepción de las entidades complejas que permita que al menos algunas de ellas satisfagan algunos de los criterios de las entidades fundamentales de la realidad esbozados anteriormente. En el resto de esta subsección, esbozaremos una de estas concepciones, trabajando con una noción de entidades fundamentales de la realidad como entidades cuya existencia no se explica metafísicamente.

Se podría aceptar que algunas entidades compuestas existen porque sus partes existen y están dispuestas de forma específica, pero se niega que esto sea cierto para todas las entidades compuestas. Según este punto de vista, algunas entidades compuestas tienen partes, y quizá no podrían existir sin tenerlas, pero no se generan a partir de sus partes de tal manera que se pueda explicar la existencia de estos compuestos apelando a sus partes y a cómo están dispuestas. Es opcional explicar lo que los objetos ordinarios son fundamentalmente en términos de su composición a partir de partes. Algunos sugieren una concepción alternativa de algunos objetos compuestos en términos de sus actividades y disposiciones, que pueden ser captadas en generalizaciones de tipo legal. En esta concepción nomológica, la caracterización metafísicamente básica de un tipo de objeto ordinario establece la actividad de tipo legal de las cosas de ese tipo. Madden plantea las cosas en términos de la caracterización metafísicamente básica de una entidad, pero es lógico inferir de ello que la existencia de tal entidad (una entidad cuya caracterización básica es en términos de actividades de ley) no puede explicarse por la existencia y disposición de sus partes

Una forma de pensar en tales entidades es como entidades fundamentales complejas emergentes de la realidad: dadas ciertas entidades de cierto tipo, las Y, dispuestas de cierta manera, es nomológicamente necesario que una entidad adicional x exista e incluya algunas o todas las Y como partes, pero la existencia de x no puede explicarse metafísicamente por las Y o su disposición. Que la existencia de x no pueda ser explicada por las Ys o su disposición sugiere que es una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), al menos en el criterio de independencia explicativa. Alternativamente, se podría sugerir que, si bien la existencia de x consiste en que haya algunas Ys dispuestas de una determinada manera, para que esta disposición específica se produzca sólo es necesario que las Ys compongan una entidad del tipo al que pertenece x (donde ésta podría ser una entidad con ciertas propiedades o poderes característicos). De este modo, cualquier intento de explicar la existencia de x apelando a cómo están dispuestos ciertos Ys parecería ser circular. Un ejemplo posible (aunque en absoluto incontrovertido) es un organismo multicelular. Es muy plausible que tal organismo esté compuesto por células dispuestas de una determinada manera, pero puede ser que esta disposición no pueda especificarse sin apelar a que las células pertenecen a un organismo (o a un organismo de un determinado tipo). Por ejemplo, puede ser que esta disposición no pueda especificarse sin apelar a que las células componen conjuntamente una entidad con propiedades o poderes que sólo poseen los organismos vivos. Si ese es el caso, entonces los organismos multicelulares parecerían ser buenos candidatos para ser entidades fundamentales complejas emergentes de la realidad.

5.3 La unidad
El último criterio de las entidades fundamentales de la realidad que consideraremos es la Unidad. entendemos la Unidad como una condición necesaria: x es una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) sólo si las partes o componentes propios de x están unificados de una determinada manera.

Enuncié la Unidad en términos de «partes o componentes» para cubrir los casos en los que una entidad en algún sentido contiene o está compuesta por entidades que intuitivamente no están entre sus partes propias. Hay al menos un punto de vista, el hilomorfismo, que suele entenderse en términos de que las entidades fundamentales de la realidad están compuestas por componentes (materia y forma sustancial) que no son partes propias de las entidades fundamentales de la realidad que conforman. Dicho esto, en lo que sigue, para la lógica de la simplicidad, nos referiremos únicamente a «partes» y no a «partes o componentes».

A primera vista, la Unidad y la Simplicidad pueden parecer criterios diferentes o incluso rivales de las entidades fundamentales de la realidad, ya que la Unidad se basa tácitamente en la suposición de que las entidades fundamentales de la realidad que la satisfacen tienen partes propias (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero la Simplicidad no implica que las entidades fundamentales de la realidad no puedan tener partes propias; sólo implica que no pueden tener partes propias sustanciales. Así que, en principio, puede haber entidades compuestas que satisfagan tanto la Unidad como la Simplicidad; tendrían partes propias que no son en sí mismas entidades fundamentales de la realidad y que están unificadas de forma adecuada. De hecho, como veremos más adelante esta es precisamente la opción adoptada por Inman.

La unidad plantea cuestiones relacionadas con la composición, especialmente la cuestión de la composición especial (aproximadamente, ¿cuándo varias entidades juntas componen una entidad más?) Las respuestas más directas a esta pregunta son «Nunca» y «Siempre». El partidario de un criterio de unidad podría aceptar ‘Siempre’ (es decir, la composición mereológica sin restricciones), pero en ese caso probablemente querrá distinguir entre las entidades compuestas que cuentan como entidades fundamentales de la realidad y las que no. Alternativamente, puede sostener que la composición es restringida, en el sentido de que las entidades pueden componer juntas un objeto más en ciertas circunstancias pero no en otras; si toma este camino sería libre de argumentar que todos los objetos compuestos son de hecho entidades fundamentales de la realidad. De cualquier modo, suponemos que el partidario de la Unidad acepta la composición sustancial restringida (sólo ciertas entidades en determinadas circunstancias pueden unificarse de modo que formen un todo que sea una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica)).

En lo que sigue, consideraremos dos formas diferentes en las que la composición sustancial podría estar restringida. En primer lugar, podría ser que las entidades que componen el conjunto deban estar dispuestas o configuradas de una determinada manera, típicamente estando fuertemente unidas. Una forma de desarrollar esta idea es plantear interconexiones de dependencia que se mantienen entre las partes; y es tentador apelar a una o más de las interconexiones de dependencia trascendental. Sin embargo, esto no parece satisfactorio para, al menos, algunos candidatos plausibles entidades compuestas fundamentales de la realidad, como las moléculas.

Tal vez haya una forma alternativa de entender la configuración necesaria entre las partes, la de la dependencia interaccional legal: un todo integrado deriva su unidad de la forma en que sus partes son capaces de interactuar con otras partes del mismo todo; la interacción entre estas actividades llevadas a cabo por las partes de un todo integral permite a su vez que el todo también manifieste algunas de sus capacidades, a saber, aquellas cuya manifestación por el todo requiere un «trabajo en equipo» entre sus partes.

A grandes rasgos, la idea es que cada parte tiene unas capacidades causales, cuya manifestación requiere que se manifiesten también capacidades pertenecientes a otras partes del mismo todo. Como ejemplo de este tipo de dependencia, Koslicki describe las interacciones entre las partes de un destornillador Philips. La punta del destornillador tiene la capacidad de encajar en la cabeza de un tornillo Philips, y cuando manifiesta esta capacidad, contribuye al funcionamiento global del destornillador (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero sólo lo hace dado que otras partes del destornillador también manifiestan capacidades propias, como el eje del destornillador que mantiene su forma e integridad física cuando se gira. Obsérvese también que esta dependencia es genérica; la punta del destornillador puede manifestar sus capacidades siempre que se combine con algunas otras partes del destornillador que sean del tipo adecuado (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Dado que esta dependencia es genérica, puede explicar por qué muchos compuestos pueden sobrevivir a cambios en sus partes, al tiempo que explica por qué no pueden sobrevivir a ser desmontados.

Vale la pena mencionar aquí dos puntos relativos al enfoque de Koslicki. En primer lugar, permite que diferentes entidades se unifiquen en diferentes grados. Esto sugiere naturalmente que para que una entidad cuente como entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), debe estar unificada en un grado suficientemente alto. En segundo lugar, su enfoque parece compatible con que las entidades fundamentales de la realidad tengan partes sustanciales. Por ejemplo, en este enfoque un organismo cuenta como entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) sólo si al menos algunas de sus partes (por ejemplo, sus células) dependen interactivamente unas de otras en un grado suficientemente alto (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero esto permite que cada célula esté a su vez unificada en el grado adecuado (por ejemplo, al menos algunas de sus partes dependen interactivamente unas de otras en el grado requerido). La versión específica de Koslicki de la Unidad deja así abierta la posibilidad de rechazar la Simplicidad.

El enfoque adoptado por Koslicki restringe la composición sustancial imponiendo restricciones a la forma en que se disponen las partes de un compuesto. Una forma diferente de restringir la composición sustancial es argumentar que las partes deben depender o ser inseparables de las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) en sí mismas. Inman desarrolla esta idea en términos de identidad-dependencia: las partes o componentes deben depender para su identidad de la pertenencia a esas entidades fundamentales específicas de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica). Cada entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) es, por tanto, un todo fundamentado, compuesto enteramente por partes cuya existencia e identidad se definen en términos del todo del que forman parte. Por el contrario, x es un todo fundamentado si x tiene al menos una parte propia y tal que x depende para su identidad de y (o, más concretamente, de tener a y como parte propia). Entre los ejemplos de conjuntos fundamentados se encuentran los montones y las sumas mereológicas. Esta concepción de la unidad proporciona una explicación directa de por qué tales entidades no son entidades fundamentales de la realidad. Y una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) no puede depender para su identidad de ninguna otra entidad concreta.

Una preocupación con esta propuesta es que las entidades fundamentales candidatas plausibles de la realidad, como las moléculas y los organismos multicelulares, no son entes de base. Las entidades de este tipo parecen contener partes que no dependen para su identidad de la pertenencia a ninguna molécula u organismo concreto. Es posible que algunas de estas entidades tampoco sean entes fundamentados; por ejemplo, no es obvio que todo organismo deba tener alguna parte propia que ayude a determinar qué organismo es. Esto sugiere que, además de los entes con fundamento y los entes con fundamento, deberíamos considerar la posibilidad de una clase intermedia de entidades compuestas. Un miembro de esta clase sería un conjunto tal que no todas sus partes dependen de él para sus identidades, pero que no es él mismo dependiente de la identidad de ninguna de sus partes. Como sugiere el ejemplo de los organismos, al menos algunas entidades compuestas con una buena pretensión de ser entidades fundamentales de la realidad parecen pertenecer a esta clase. (Es posible que las entidades de esta clase, si las hay, sean entidades complejas emergentes fundamentales de la realidad)

Inman se ocupa de tales entidades de una manera diferente, invocando lo que él denomina holismo sustancial. Según este punto de vista, una entidad que se convierte en un componente de un sujeto compuesto o bien se altera esencialmente de modo que se convierte en un conjunto dependiente de la identidad al que pertenece, o bien deja de existir. Por ejemplo, si un organismo llega a existir cuando ciertas células se disponen de una manera específica, esas células podrían haber sido entidades fundamentales de la realidad antes de estar dispuestas de esta manera (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero una vez que el organismo existe y las incluye como partes, o bien pierden su estatus de entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), pasando a ser independientes de la identidad del organismo, o bien dejan de existir y son sustituidas por elementos numéricamente distintos pero cualitativamente similares que dependen para sus identidades del organismo. A la inversa, cuando se elimina una célula de un organismo, entonces, estrictamente hablando, deja de existir, pero la porción de materia o de materia que la componía permanece intacta.

En apoyo del holismo sustancial, Inman apela al pensamiento de que la composición es una operación generativa, en el sentido de que los objetos compuestos se construyen o generan a partir de sus partes. Supongamos que w es una entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) construida por composición a partir de a y b. Inman afirma que «si a y b permanecieran esencialmente inalterados después de la generación de w, es difícil ver cómo w podría dejar de ser lo que es en virtud de a y b, y por lo tanto derivar de sus partes propias», es decir, depender para su identidad de ellas. Para evitar esta conclusión, Inman sugiere que aceptemos el holismo sustancial.

Este argumento requiere que para que w se genere o construya por composición a partir de a y b, es necesario que la identidad de w (es decir, qué entidad concreta es) esté determinada por las identidades de a y b (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero esta suposición está abierta a ser cuestionada. Por ejemplo, consideremos un artefacto complejo: parece plausible que se genere por composición a partir de otras entidades (sus partes), pero su identidad no está obviamente determinada por qué partes específicas tiene (al menos si podría haber tenido partes distintas de las que realmente tiene o tendrá).

Hay una serie de posibles objeciones al holismo sustancial, muchas de las cuales Inman discute en detalle. Esbozaremos un problema ligeramente diferente para esta teoría. A primera vista, ciertas partes de las entidades fundamentales compuestas de la realidad pueden existir fuera de cualquiera de ellas y pueden ser transferidas de una entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) a otra. Por ejemplo, parece que una célula no tiene por qué dejar de existir al ser extraída de un organismo multicelular; puede persistir a través de este cambio, conservando sus poderes causales (aunque incapaz de manifestar muchos de ellos cuando no forma parte de un organismo mayor). Si se integra en otro organismo, de nuevo las células persisten, y ahora muchos de sus poderes pueden manifestarse al contribuir al funcionamiento de todo el organismo. Además, en muchos momentos de este proceso parece que la propia célula puede sobrevivir a cambios en sus propias partes (por ejemplo, perdiendo o ganando una molécula o un átomo). Esto va en contra de la sugerencia de Inman de que al ser eliminada del organismo la célula deja de existir, pero la misma porción de materia sobrevive, al menos si se entiende que las porciones de materia dependen de la identidad de sus partes. Sugiere que la célula sigue existiendo cuando no es una parte propia de ningún organismo, y que no depende para su identidad de las partes específicas que tiene. Y una forma natural -aunque en absoluto obligatoria- de entender esto es que la célula misma es una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) y sigue siendo una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) durante todo el proceso. Aunque esta objeción al holismo sustancial no es decisiva, indica algunas de las dificultades a las que se enfrenta esta teoría.

Un último punto sobre la unidad es que se adecua a otro criterio propuesto de entidades fundamentales de la realidad, uno que no podremos discutir en detalle, pero que vale la pena mencionar. Se trata de la idea de que una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) debe ser capaz de persistir a través de cambios en sus propiedades intrínsecas. Los defensores de este criterio casi siempre consideran que las entidades fundamentales de la realidad perduran a través del tiempo en lugar de perdurar (persistir en virtud de tener diferentes partes temporales en diferentes momentos). En el caso de las entidades fundamentales simples de la realidad, puede ser que no se pueda ofrecer ninguna explicación metafísica de su perduración. Es decir, la identidad de tal entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) a través del tiempo no consistiría en la obtención de ningún otro hecho (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero en el caso de una entidad fundamental de la realidad compuesta (véase también la predicación en la teoría metafísica) parece que podemos dar cuenta positiva de su identidad a través del tiempo en términos de que la disposición o estructuración de sus partes se conserva a través del tiempo y de los cambios. Así, por ejemplo, un organismo puede sobrevivir a la pérdida o al cambio de algunas de sus células siempre que en cada momento esté formado por células dispuestas de tal manera que el organismo siga teniendo sus características esenciales (por ejemplo, que pueda metabolizar ciertas sustancias químicas). Por lo tanto, los cambios exactos que puede sufrir un organismo tendrán que ver, al menos en parte, con la forma en que estén dispuestas sus partes, y la forma en que estén dispuestas sus partes tendrá que ver, al menos en parte, con el tipo de entidad que sea.

En otras partes de esta plataforma hemos esbozado y discutido varios criterios candidatos diferentes para las entidades fundamentales de la realidad: Independencia, Inexistencia, Entidades fundamentales últimas de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), Simplicidad y Unidad. Algunos de ellos son condiciones necesarias para las entidades fundamentales de la realidad, otros pueden entenderse como propuestas de análisis de lo que es ser una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica). Es una cuestión abierta si alguno de estos criterios tiene éxito, o en qué grado (por ejemplo, el sujeto último puede ser una condición necesaria sobre las entidades fundamentales de la realidad, pero es plausible que no sea un análisis completo). Otro punto a mencionar es que no hemos considerado las formas en que estos criterios podrían combinarse. Puede ser que, por ejemplo, una combinación de Independencia (digamos Independencia de la Identidad) y Unidad proporcione la mejor explicación de las entidades fundamentales de la realidad.

6 Argumentos a favor y en contra de las entidades fundamentales de la realidad
Pasaremos a la P3, relativa a los argumentos a favor y en contra de la existencia de entidades fundamentales de la realidad. En la práctica, muchos de estos argumentos se referirán a si las entidades fundamentales de la realidad deben (o no deben) existir o deben existir (o no) dados ciertos supuestos. También cabe señalar que muchos de los argumentos a considerar no se enmarcan específicamente en términos de entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), sino en términos de si existen (o deben existir) entidades que satisfagan algunos de los criterios. Dado que algunos de estos criterios eran condiciones necesarias y no suficientes para las entidades fundamentales de la realidad, muchos argumentos que apoyan la existencia de entidades que satisfacen algunos de estos criterios no establecerían, si tienen éxito, la existencia de ninguna entidad fundamental de la realidad. Dicho esto, estos argumentos son claramente apropiados para la cuestión de si existen entidades fundamentales de la realidad.

6.1 Argumentos a favor de las entidades fundamentales de la realidad
Hay una distinción metodológica que tiene que ver con el hecho de tomar o no entidades de tipos específicos como entidades fundamentales paradigmáticas de la realidad. Esta distinción es apropiada para los argumentos a favor de la existencia de entidades fundamentales de la realidad. Supongamos que uno toma ciertas entidades como entidades fundamentales paradigmáticas de la realidad. Uno se enfrentará entonces a dos preguntas:

(1)¿existen tales entidades?

(2)¿Cuentan dichas entidades como entidades fundamentales de la realidad?
Por ejemplo, supongamos que uno toma objetos ordinarios como organismos o artefactos para contar como entidades fundamentales de la realidad. La opinión por defecto es que existen entidades de este tipo. Sin embargo, se ha cuestionado la existencia de tales entidades, al menos tal y como se entienden habitualmente. Por ejemplo, hay quien niega la existencia de los objetos ordinarios inanimados, asumiendo que son compuestos. En cuanto a la segunda cuestión, hay varias posturas que permiten que los objetos ordinarios existan, pero que descartarían su cómputo como entidades fundamentales. Dos de las más conocidas de estas posiciones son la teoría del haz (en la que cada objeto ordinario se identifica con un haz de propiedades) y la teoría del sustrato (en la que cada objeto ordinario se identifica con una combinación de propiedades y un sustrato desnudo). Cada una de estas posturas implica que los objetos ordinarios se construyen a partir de entidades trascendentalmente anteriores (es decir, propiedades y/o sustratos desnudos) y dependen de ellas; por lo tanto, es plausible que en ninguna de estas opiniones los objetos ordinarios cuenten como entidades fundamentales de la realidad, tal como se entiende en este texto la categoría de entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica).

Cada una de estas posturas se enfrenta también a objeciones bien conocidas. Por ejemplo, a menudo se duda de que pueda haber alguna entidad como un sustrato sin propiedades o desnudo (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma en línea). Las teorías de paquetes que toman las propiedades como universales se enfrentan a un conocido dilema relativo al Principio de Identidad de los Indiscernibles. A grandes rasgos, este principio implica que entidades numéricamente distintas no pueden compartir todas sus propiedades; el problema es que una teoría de paquetes que toma las propiedades como universales parece implicar que tal escenario es realmente posible. Si estas objeciones a las teorías de paquetes y a las teorías del sustrato tienen éxito, proporcionarían un apoyo indirecto a la postulación de entidades fundamentales de la realidad, ya que, en efecto, descartarían dos de las principales ontologías no sustanciales (aunque hay otras ontologías no sustanciales).

También vale la pena añadir que ambas cuestiones se aplicarán de manera diferente a las distintas entidades fundamentales candidatas de la realidad. En el caso de los objetos ordinarios, podría decirse que la segunda pregunta es más difícil de responder afirmativamente que la primera. En cambio, si uno toma una entidad como Dios como entidad fundamental paradigmática de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), la primera pregunta parecería ser una cuestión más apremiante que la segunda.

Supongamos que se adopta el segundo enfoque metodológico, definiendo las entidades fundamentales de la realidad como entidades que cumplen ciertos criterios teóricos. En este caso, la segunda cuestión es menos importante. Lo que se requiere son lógicas para pensar que existen entidades que satisfacen los criterios establecidos. En la literatura reciente sobre las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica), los criterios más discutidos han sido la Independencia y quizás la Inexistencia. Por lo tanto, en el resto de esta subsección, consideraremos los argumentos sobre si existen entidades no fundamentadas o trascendentalmente independientes.

La opinión de que debe haber entidades independientes o no fundamentadas es el fundacionalismo (esta es una glosa simplificada. Quizás el tipo de argumento más conocido en apoyo del fundacionalismo es que las entidades fundamentales son necesarias para detener una regresión viciosa que surge de la existencia de entidades dependientes o fundamentadas. Por ejemplo, algunos autores de finales de los años 90 sugieren que no puede haber cadenas infinitamente descendentes de entidades que se encuentren en interconexiones de identidad-dependencia entre sí. La implicación vertiginosa de su negación les parece apenas comprensible. Asimismo, en un mundo sin entidades fundamentales, «el ser sería infinitamente diferido, nunca alcanzado».

Estas afirmaciones expresan intuiciones que muchos han compartido (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero no está claro si ofrecen algo más que una plausibilidad intuitiva. Para ir más allá, para mostrar que estas regresiones son realmente viciosas, es necesario mostrar que cualquier visión sin entidades no fundamentadas o independientes conduce a conclusiones inaceptables. Para simplificar las cosas, trabajemos con la fundamentación. Hay dos alternativas principales al fundacionalismo en cuanto a la fundamentación (suponiendo que uno acepte que algunas entidades están fundamentadas). Un mundo infinitista es aquel en el que puede haber cadenas de fundamentación infinitamente descendentes que no incluyan un miembro no fundamentado. En un mundo coherentista, distintas entidades podrían estar en cadenas de conexión a tierra circulares. A diferencia del infinitismo, esto requiere alterar algunas de las características formales de la fundamentación (por ejemplo, permitir que la fundamentación pueda ser reflexiva y simétrica). Ni el coherentismo ni el infinitismo, tal como se caracterizan, excluyen las entidades no fundamentadas, pero en lo que sigue nos ocuparemos de la posibilidad de que los mundos coherentistas e infinitistas no contengan entidades no fundamentadas.

Volviendo al infinitismo, una forma de entender el argumento de la regresión viciosa es como si se dirigiera específicamente a esta posición; es precisamente la perspectiva de la identidad-dependencia infinitamente descendente lo que Lowe encuentra «vertiginoso» (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en la filosofía en esta plataforma online). Pero, de nuevo, es difícil ir más allá de esta intuición. Una opción tentadora es argumentar lo siguiente: en una cadena de fundamentación máxima sin ninguna entidad no fundamentada, puede ser que la existencia de cada miembro de la cadena se explique por los miembros que la fundamentan; pero lo que no se ha explicado, y es plausible que no se pueda explicar así, es la existencia de toda la cadena.

Al evaluar esta preocupación debemos distinguir entre las preguntas mediatas (preguntas relativas a cada entidad específica) y las preguntas globales, preguntas relativas a todas las entidades. El infinitista puede argumentar que la cadena de fundamentos no se plantea para responder a la pregunta global de por qué existe la cadena en su conjunto. Más bien, pretende proporcionar un modelo de cómo podría existir cada una de una serie de entidades fundamentadas sin tener que apelar a entidades no fundamentadas.

Una objeción relacionada con el infinitismo tiene que ver con la posición de señalar que plantear entidades no fundamentadas en principio permite explicar por qué hay alguna entidad fundamentada en absoluto: una cosa es que haya una explicación de cada entidad fundamentada en un dominio, y otra muy distinta es que haya una explicación de por qué la clase de entidades fundamentadas existe en ese dominio en primer lugar. Las cadenas infinitamente descendentes de terreno no parecen capaces de proporcionar tal explicación, pero un nivel fundamental de entidades no fundamentadas parece muy adecuado para hacerlo.

Una clase de entidades se entiende típicamente como fundamentada en sus miembros, por lo que la cuestión de por qué existe la clase de entidades fundamentadas puede explicarse apelando a cada entidad fundamentada. Esta formulación no debe entenderse como una pregunta de por qué existe una clase específica de entidades. Es mejor pensarlo de otra manera: ser una entidad fundamentada requiere cumplir una determinada condición, y ¿por qué existe cualquier entidad que cumpla esta condición? Planteada de este modo, la pregunta no puede responderse apelando a ninguna de las entidades fundamentadas (a menos que, tal vez, se permita que la fundamentación sea reflexiva o simétrica); pero puede responderse apelando a las entidades no fundamentadas.

Se podría objetar que se trata de una pregunta global, y que por tanto es vulnerable a la respuesta discutida anteriormente, de que es ilegítimo cargar al no fundacionalista con una tarea que no se propuso realizar (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero aunque puede ser que el infinitismo no esté motivado por responder a esta pregunta, no obstante la pregunta parece legítima. En cualquier caso, si uno piensa que la pregunta no debe plantearse o no requiere una respuesta, debería ofrecer una lógica que apoye tales afirmaciones.

6.3 Alternativas a las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) Ontologías
Incluso si los argumentos directos contra las entidades fundamentales de la realidad no funcionan, todavía podemos tener una lógica para renunciar a las entidades que pertenecen a esta categoría. La lógica más directa sería defender una filosofía del estudio de la existencia que no requiera que postulemos entidades fundamentales de la realidad. esbozaremos brevemente algunas de estas ontologías alternativas, no sustanciales, y luego examinaremos una con más detalle.

Las ontologías alternativas a las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) pueden agruparse en dos campos. El primer campo incluye lo que a veces se denomina ontologías de cosa, ontologías que postulan entidades discretas. Las ontologías de entidades fundamentales de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica) son en sí mismas ontologías de cosa, y un ontólogo de entidad fundamental de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica) puede postular entidades fundamentales distintas de las entidades fundamentales de la realidad. Una cosa la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia es una alternativa a las ontologías de entidades fundamentales de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica) si no incluye entidades fundamentales de la realidad. Una de estas alternativas sería una ontología de tropos. Los tropos son propiedades particularizadas (por ejemplo, el color rojo o la redondez de una pelota concreta). En una ontología de tropos, los tropos son fundamentales, y normalmente otras entidades se analizan en términos de tropos (así, por ejemplo, la pelota roja se analizaría como un conjunto de tropos copresentes). Otra alternativa postula que las propiedades universales, como la rojez o la redondez, son las entidades fundamentales. Tales propiedades, a diferencia de los tropos, pueden ser compartidas por múltiples entidades. De nuevo, los defensores de esta filosofía que se ocupa del estudio de la existencia tratarán normalmente de analizar otras entidades en términos de propiedades universales (por ejemplo, la pelota se analizaría como un conjunto de propiedades coinstanciadas). Otra alternativa plantea que los procesos son entidades fundamentales. Hay varias formas de caracterizar los procesos. Por ejemplo, algunos sugieren que los procesos pueden por sí mismos sufrir cambios y no tienen sus partes temporales esencialmente: como ella dice, son mereológicamente y modalmente robustos. En estos aspectos, son como las entidades fundamentales de la realidad, pero a diferencia de las entidades fundamentales de la realidad los procesos son en sí mismos cambios, realizaciones de resultados por parte de cosas o conjuntos de cosas. De nuevo, el ontólogo de procesos puede sugerir que otras entidades pueden analizarse en términos de procesos. La propia Steward no defiende este programa.

El segundo campo de las ontologías alternativas incluye las ontologías que no son de cosas, principalmente las ontologías de cosas. En este contexto, «cosa» significa algo así como materia continua en oposición a cualquier pluralidad de entidades discretas. Una cosa la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia que es una alternativa a una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia sería una con uno o más tipos de cosas, pero sin entidades fundamentales de la realidad hechas de cosas. En contra de este tipo de cosas, la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia Van Inwagen argumenta que es inconsistente con la física actual, que sugiere que todo está hecho de electrones y quarks que no están hechos a su vez de nada más y parecen ser entidades discretas en sí mismas.

No podremos considerar los argumentos a favor y en contra de cada una de estas ontologías alternativas, pero en el resto de esta subsección, examinaremos con más detalle una alternativa específica la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia. Los objetos ordinarios, como los artefactos y los animales, son acontecimientos de tipo específico. Nolan prefiere (aunque no se compromete a ello) una concepción relativamente fina de los sucesos; pueden ocurrir sucesos distintos en el mismo momento y lugar e implicar a los mismos objetos. El punto de vista de Nolan se entiende de forma plausible como una ontología de la no-sustancia; al menos es compatible con que no haya entidades fundamentales de la realidad.

Nolan ofrece varios argumentos diferentes para apoyar este punto de vista. Uno de ellos es un argumento de parsimonia relativo a las conexiones necesarias. La idea es que podemos explicar las interconexiones entre un acontecimiento específico y el objeto que lo sufre (por ejemplo, entre yo mismo y el acontecimiento de sentarme) entendiendo esto como una interconexión entre dos acontecimientos distintos que necesariamente se superponen (por ejemplo, este breve acontecimiento y la historia de mi vida). Esto tiene la ventaja de reducir dos problemas (las conexiones necesarias entre sucesos distintos, y las conexiones necesarias entre los sucesos y los objetos que los sufren) a uno solo (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero si bien este enfoque puede reducir el número de problemas, parece profundizar el problema que queda. La conexión necesaria entre el acontecimiento de que yo me siente y yo mismo va desde el acontecimiento hasta mí; es necesario para este acontecimiento que me ocurra, y es plausible que no sea necesario que yo sufra este acontecimiento concreto (más sobre esto en este momento) (ver más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero no es en absoluto evidente que debamos decir lo mismo de este acontecimiento corto y del acontecimiento más largo (la historia de mi vida) con el que se solapa. Plausiblemente, este acontecimiento más corto podría haber ocurrido sin que toda la historia de mi vida se hubiera desarrollado como lo había hecho hasta ese momento.

Nolan también esboza un argumento a partir de casos límite, entidades como los incendios forestales y las tormentas. Cada uno de ellos, sugiere, puede describirse de forma que parezca un acontecimiento (por ejemplo, que empieza y termina) y de forma que parezca un objeto: los incendios pueden moverse de un lugar a otro, pueden crecer o encogerse, ocupan espacio. Nolan sugiere que estos casos límite apoyan la idea de que la distinción entre sucesos y objetos no es una auténtica diferencia trascendental, sino una cuestión de cómo nos conviene clasificar las distintas entidades.

Sin embargo, existen otros enfoques de los casos límite que son compatibles con sostener que existe una distinción trascendental entre los sucesos y los objetos. Otra estrategia consistiría en sugerir que estos casos, lejos de mostrar que la distinción entre objetos y sucesos debe ser colapsada, sugieren la necesidad de otras categorías de entidad, por ejemplo, entidades que son como los sucesos paradigmáticos en algunos aspectos, pero que se diferencian considerablemente de ellos en otros (lo mismo para los objetos paradigmáticos). En cualquier caso, parece que hay formas de abordar los casos límite sin concluir que no hay distinción entre las entidades fundamentales de la realidad y otras entidades, o que la categoría de «sustancia» debe subsumirse en la de «acontecimiento».

Por último, podemos abordar la objeción de que los objetos ordinarios no pueden ser acontecimientos porque los objetos y los acontecimientos tienen perfiles modales diferentes. Por ejemplo, podríamos haber tenido una historia de vida diferente, por lo que no podemos ser más que similares con mi historia de vida actual. Nolan ofrece dos respuestas a esta objeción. La primera es que las predicciones de re modal son inconstantes; a grandes rasgos, la verdad de diferentes afirmaciones de re modal depende de cómo se describa la entidad en cuestión. Esto, en principio, permite explicar por qué los objetos y los acontecimientos tienen perfiles modales diferentes, aunque cada objeto sea más que similar con un determinado acontecimiento: hablada como historia, una entidad tiene un perfil modal asociado a ella, hablada como cosa, otro. no podremos discutir este enfoque de las predicciones de re modal, pero vale la pena señalar que sigue siendo controvertido.

Otra respuesta consiste en distinguir los acontecimientos de distinto grano (por ejemplo, el acontecimiento de que yo hable frente al acontecimiento de que yo hable alto). Nolan sugiere que estos sucesos tendrán perfiles modales diferentes; concretamente, los sucesos de grano más grueso serán más flexibles desde el punto de vista modal (es decir, capaces de ocurrir en una gama más amplia de mundos posibles). A continuación, sugiere que es plausible que haya sucesos con el perfil modal adecuado para que las cosas coincidan, y es con estos sucesos con los que se deben identificar los objetos.

Un problema con esta respuesta es que Nolan no proporciona un relato trascendental de los acontecimientos. Así que no está claro por qué habría que aceptar que hay una única categoría trascendental que incluye tanto entidades con perfiles modales de grano muy fino como entidades con perfiles modales de grano tan grueso como los de las mesas o los gatos. Uno también podría preguntarse si el argumento no podría correr en sentido contrario: ¿quizás la categoría «objetos» podría resultar que acomodara no sólo entidades de grano relativamente grueso como yo, sino especímenes de grano tan fino y modales tan frágiles como el hecho de que me sentara lentamente?

Hasta cierto punto, los argumentos a favor y en contra de que Nolan prefiera la filosofía que se ocupa del estudio de la existencia pueden generalizarse. Varias ontologías alternativas se enfrentan a objeciones modales del mismo tipo que las discutidas anteriormente. Por ejemplo, las teorías de paquetes se enfrentan a problemas sobre cómo una entidad que es más que similar con un paquete de propiedades podría haber sido hecha de propiedades distintas a las que la componen. En cambio, las entidades fundamentales de la realidad se entienden normalmente como capaces de haber existido con muchas propiedades distintas a las que tienen. Por lo tanto, una concepción de los objetos ordinarios como entidades fundamentales de la realidad no se enfrenta a este problema modal, y en esa medida tiene una ventaja sobre muchas de las ontologías alternativas.

7 Entidades fundamentales de la realidad candidatas
En esta sección, consideraremos cuatro tipos diferentes de entidades fundamentales candidatas de la realidad. Cualquier propuesta de respuesta a esta pregunta se enfrentará a las dos preguntas siguientes
(1)¿existen tales entidades?

(2)¿Cuentan tales entidades como entidades fundamentales de la realidad?

También vale la pena señalar que las entidades fundamentales candidatas de la realidad pueden proponerse como candidatos exclusivos (como si fueran las únicas entidades fundamentales de la realidad), o como un tipo de candidato entre otros.

7.1 Objetos ordinarios
El primer tipo de entidades fundamentales candidatas de la realidad son las que hemos denominado objetos ordinarios, entendiendo que esta clase incluye muchos objetos que percibimos y con los que interactuamos a diario, como los organismos, los cuerpos materiales y quizás los artefactos. También puede pensarse que este tipo de candidatos incluye una serie de entidades que figuran en teorías científicas bien establecidas, como las células, las moléculas y los planetas (aunque no las partículas fundamentales ni el cosmos entero). Como debe quedar claro, el término «objetos ordinarios» se aplica a entidades de muy diversa índole, y hay espacio para el desacuerdo en cuanto a cuáles de estas clases proporcionan candidatos adecuados y cuáles no.

En cuanto a la primera cuestión, la posición por defecto es que existen muchos objetos ordinarios, aunque existe un debate al respecto. La cuestión principal a la que se enfrenta este primer grupo de candidatos es la segunda, si los objetos ordinarios cuentan como entidades fundamentales de la realidad. Un tipo de desafío familiar a las entidades fundamentales de la realidad de los objetos ordinarios es que son trascendentalmente reducibles a las entidades que los componen, en el siguiente sentido aproximado: lo que es para un objeto ordinario existir y tener las propiedades intrínsecas que tiene es que sus componentes existan, tengan ciertas propiedades y estén dispuestos de ciertas maneras. Parece claro que un objeto reducible de este modo no es una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) según la mayoría de los criterios de independencia o falta de fundamento expuestos anteriormente. Es posible que un objeto de este tipo pueda ser a la vez altamente unificado y un sujeto último, pero es dudoso que la unidad o el sujeto último, solos o juntos, puedan ser suficientes para las entidades fundamentales de la realidad.

Este desafío reduccionista se presenta en dos formas principales. Una trata de demostrar que los objetos ordinarios son reducibles a sus partes físicas, químicas o biológicas (por ejemplo, las moléculas son reducibles a los átomos dispuestos de determinadas maneras). Este enfoque no funcionaría si los objetos ordinarios fueran fuertemente emergentes, y plausiblemente tampoco funcionaría si las identidades de los objetos ordinarios no estuvieran determinadas por ninguna de sus partes. La otra forma que puede adoptar el desafío reduccionista es reducir los objetos ordinarios a sus propiedades o a combinaciones de propiedades y un sustrato.

Los objetos ordinarios se enfrentan a otros desafíos a sus entidades fundamentales de la realidad. Un desafío apela al pensamiento de que muchos objetos ordinarios (por ejemplo, los organismos o los accidentes geográficos) tienen límites vagos o indeterminados. El pensamiento aquí es que tales entidades no cuentan como individuos (en el sentido de que hay hechos determinados de la materia en cuanto a qué entidades son), o tal vez carecen del nivel de unidad requerido para contar como entidades fundamentales de la realidad. Lowe ha respondido a esta línea de pensamiento instando a que pensemos de forma diferente en estos casos. Aunque puede ser indeterminado el grupo de entidades que contribuyen a componer un objeto complejo ordinario, no se deduce que la identidad de ese objeto sea en sí misma indeterminada, al menos si la identidad del objeto ordinario no está determinada por la identidad de sus partes.

Un desafío relacionado lo ofrece Robinson en 2016. Considere una entidad física como una molécula, que llegó a existir en un momento determinado y está formada por cierto material (es decir, átomos específicos). Podemos preguntarnos si esa misma molécula podría haber llegado a existir en un momento diferente o haber sido formada con un material distinto. Y para ciertos escenarios contrafactuales de este tipo, no habrá un hecho determinado en cuanto a si esa misma entidad existe. Por lo tanto, sugiere, esta molécula no puede ser un individuo «de pleno derecho», uno para el que exista un hecho de la cuestión en cuanto a si existe en cualquier situación contrafactual especificada. Si se asume que las entidades fundamentales de la realidad son individuos, el argumento de Robinson eliminaría la mayoría de los objetos ordinarios (junto con todas las demás entidades físicas candidatas a fundamentales de la realidad).

Una posible respuesta a este argumento es que no funciona claramente contra las entidades fundamentales simples de la realidad. Otros autores sostienen que la identidad de tales entidades fundamentales de la realidad a través del tiempo es primitiva; no consiste en la obtención de ningún otro hecho. Parece posible ir más allá y hacer la misma afirmación respecto a su identidad en situaciones contrafácticas: es decir, que la existencia de una entidad fundamental simple de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) en un determinado escenario contrafáctico no consiste en la obtención de ningún otro hecho. Si esto es correcto, entonces el argumento de Robinson podría bloquearse para tales entidades fundamentales de la realidad. Para cada escenario contrafáctico, podría haber un hecho determinado en cuanto a si x existe o no en ese escenario, aunque no podamos distinguir entre los escenarios que incluirían a x y los que no.

El desafío de Robinson también puede ser impugnado incluso en el caso de entidades fundamentales compuestas de la realidad. Tales entidades fundamentales de la realidad tendrán criterios de identidad. Un criterio de identidad para una entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) x y una entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) y es un principio que afirma que x es más que similar con y si se dan ciertas interconexiones entre otras entidades (por ejemplo, las partes de x y las partes de y) (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero esto no implica que qué entidad de su clase es x (es decir, su identidad individual) esté determinada por qué entidades son sus partes. Por lo tanto, una entidad fundamental compuesta de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) no necesita depender para su identidad individual de las partes de las que fue hecha originalmente, y podría decirse que no necesita depender para su identidad individual del momento específico en el que comenzó a existir. Y esto al menos deja abierta la posibilidad de que tales entidades fundamentales de la realidad tengan identidades contrafactuales primitivas; que para cada escenario contrafactual pueda haber un hecho primitivo de la cuestión en cuanto a si x existe en ese escenario.

Además de considerar los objetos ordinarios en general, es posible cuestionar las entidades fundamentales de la realidad de ciertos tipos de objetos ordinarios. Por ejemplo, se ha argumentado que es mejor pensar en los organismos como procesos y no como entidades fundamentales de la realidad.

7.2 Partículas simples
El segundo tipo de entidades fundamentales de la realidad candidatas que consideraremos son las partículas simples, partículas sin partes sustanciales. Una forma de desarrollar esta propuesta es apelar a las partículas postuladas en el actual Modelo Estándar de la física; alternativamente, se podría apelar a las partículas que se postularían en una hipotética física completa. Si existen tales partículas, satisfarían la Simplicidad y plausiblemente al menos algunas versiones de la Independencia. Parecerían ser sujetos últimos, y es natural pensar que la existencia de tales entidades no podría explicarse metafísicamente. Así, si existen partículas simples, a primera vista serían excelentes candidatas a entidades fundamentales de la realidad.

Además, si existen tales partículas es muy tentador pensar que son las únicas entidades fundamentales de la realidad. Una forma de desarrollar esta idea es con el conocido modelo multicapa que ve el mundo como estratificado en diferentes «niveles», organizados en una estructura jerárquica: Se suele pensar que el nivel inferior está formado por partículas elementales, o lo que nuestra mejor física nos diga que son los trozos básicos de materia de los que se componen todas las cosas materiales. A medida que ascendemos en la escala, nos encontramos sucesivamente con átomos, moléculas, células, organismos vivos más grandes, etc. La interconexión ordenadora que genera la estructura jerárquica es la interconexión mereológica (parte-todo): las entidades pertenecientes a un nivel determinado, excepto las que se encuentran en la parte más baja, tienen una descomposición exhaustiva, sin resto, en entidades pertenecientes a los niveles inferiores.

Este modelo suele entenderse como que sólo las partículas elementales son fundamentales, por lo que sólo ellas serían entidades fundamentales candidatas fuertes de la realidad. Otra forma de desarrollar la idea de que las partículas simples son la única entidad fundamental de la realidad es el nihilismo composicional: todo lo que existe son partículas simples, que nunca componen ninguna entidad compleja.

En cuanto a la primera cuestión, es discutible que existan partículas simples. Aunque el Modelo Estándar postula una serie de partículas, no está claro que ninguna de ellas sea simple (en el sentido de no estar compuesta por más partículas). Existe la lógica de tomar en serio la posibilidad de que nuestro mundo sea gunky, es decir, que cada entidad concreta tenga una parte propia. También sugiere que, basándonos en la historia de las teorías de la física, no debemos suponer que la microfísica futura postulará partículas simples fundamentales.

Suponiendo, por el bien del argumento, que existen partículas físicas simples fundamentales, la siguiente cuestión es si realmente son candidatas sólidas a ser entidades fundamentales de la realidad (es decir, la segunda cuestión). A veces se piensa que las partículas físicas fundamentales, especialmente cuando se consideran en el contexto de la mecánica cuántica, no son individuos, es decir, que no existe un hecho en cuanto a qué partícula de un tipo específico es cuál. Podría decirse que esto descartaría a dichas partículas como entidades fundamentales candidatas de la realidad. Otra posibilidad es pensar que la mecánica cuántica no determina si las partículas son individuos. Esto no descartaría por sí mismo que las partículas sean entidades fundamentales de la realidad, pero se ha pensado que allana el camino para las concepciones interconectadas o estructuralistas de las partículas, que suelen contrastarse con la idea de las entidades fundamentales de la realidad como independientes de la identidad (véase más sobre las entidades fundamentales de la realidad en filosofía en esta plataforma online). Pero también hay interpretaciones metafísicas de la mecánica cuántica en las que las partículas son individuos. Por ejemplo, se podría pensar que la individualidad de las partículas cuánticas es primitiva, es decir, irreductible a cualquiera de sus otras características.

Una segunda objeción es que no está claro si las partículas fundamentales son entidades fundamentales de la realidad o si deben entenderse como pertenecientes a lo que parecen ser categorías trascendentales alternativas, como eventos, tropos o campos. De hecho, la cuestión puede llevarse más lejos: no está claro en qué sentido muchas teorías de la física fundamental, como las teorías de cuerdas y la gravedad cuántica de bucles, plantean partículas en absoluto.

7.3 El espacio-tiempo
Un tercer tipo de entidades fundamentales candidatas de la realidad son las regiones del espacio-tiempo. Es necesario hacer un par de distinciones para aclarar esta sugerencia. La primera se refiere a qué regiones del espacio-tiempo podrían contar como entidades fundamentales de la realidad. Según un punto de vista, muchas regiones o puntos diferentes son entidades fundamentales de la realidad; según otro, todo el espacio-tiempo es en sí mismo una única entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica). Una segunda distinción se refiere a la interconexión entre las regiones del espacio-tiempo y las entidades que las ocupan. Según un punto de vista, el supersustancialismo, las regiones espacio-temporales son las únicas entidades fundamentales espacio-temporales de la realidad; según un punto de vista rival, las regiones espacio-temporales son entidades fundamentales de la realidad y al menos algunas de las entidades que las ocupan son entidades fundamentales distintas de la realidad. El supersustancialismo tiene ventajas obvias en términos de parsimonia trascendental: en lugar de plantear tanto el espacio-tiempo como algunos de sus ocupantes como tipos distintos de entidades fundamentales de la realidad, se conforma con un solo tipo. En contra, está la preocupación de que las regiones del espacio-tiempo tienen propiedades modales muy diferentes a muchas de las entidades que las ocupan. Por ejemplo, si hubiéramos elegido una carrera diferente, es plausible que hubiéramos ocupado una región del espacio-tiempo diferente a la que ocupamos en realidad, pero no es posible que la región del espacio-tiempo que ocupamos en realidad esté situada a su vez en otro lugar del espacio-tiempo.

En cuanto a la primera distinción, los argumentos de que el conjunto del espacio-tiempo es en sí mismo una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) están estrechamente relacionados con los argumentos de que las subregiones o los puntos del espacio-tiempo no lo son. Por ejemplo, algunos autores apelan a la idea de que «es su lugar en una determinada estructura de interconexión lo que hace que p sea el punto espacio-temporal que es». Es decir, cualquier punto del espacio-tiempo, y plausiblemente cualquier subregión del espacio-tiempo, depende para su identidad de su lugar específico en una estructura global de otros puntos y regiones del espacio-tiempo. En cambio, el espacio-tiempo en su conjunto no pertenece a ninguna estructura espacio-temporal mayor. Además, Healey sugiere que el espacio-tiempo no depende de los puntos o regiones específicos que incluye en realidad y que podría estar formado por diferentes partes. Esto sugiere que el espacio-tiempo en su conjunto es trascendentalmente anterior a los puntos o regiones que incluye y, por tanto, es una entidad fundamental candidata más fuerte de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) que ellos.

7.4 El Ser

La forma más familiar de pensar en los yoes como entidades fundamentales de la realidad es el dualismo de las entidades fundamentales de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica), aproximadamente la opinión de que un yo es una entidad fundamental de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica) distinta de cualquier entidad fundamental material o física de la realidad (véase también predicación en la teoría metafísica). Algunas discusiones recientes de lo que se enmarca como «dualismo de la sustancia» no tratan al yo como una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) tal como entendemos esta noción, sino que lo caracterizan como un conjunto de propiedades o como compuesto de propiedades y un sustrato.

También es posible defender el monismo de las entidades fundamentales de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) con respecto al yo. Por ejemplo, los animalistas identifican al menos algunos yoes (por ejemplo, los humanos) con organismos. Los organismos se consideran a menudo como fuertes candidatos a entidades fundamentales de la realidad, por lo que el animalista tiene al menos la posibilidad de clasificar algunos yoes como entidades fundamentales de la realidad. Alternativamente, una concepción de los yoes como entidades fundamentales inmateriales de la realidad es compatible con la negación de que existan entidades fundamentales materiales de la realidad.

En cuanto a la primera cuestión, relativa a la existencia de los yoes, algunos teóricos son explícitamente eliminativistas.

Se discute mucho más sobre si los yoes son o no entidades fundamentales de la realidad (es decir, la segunda cuestión). Los defensores de la afirmación de que el yo es una entidad fundamental de la realidad (véase también la predicación en la teoría metafísica) han ofrecido varios argumentos contra los puntos de vista reduccionistas (por ejemplo, los puntos de vista del haz y del sustrato mencionados anteriormente). Nuestra concepción básica de las experiencias simbólicas es como si ocurrieran para y dependieran de los yoes, de manera que se descarta que un yo esté parcial o totalmente compuesto por sus propias experiencias. La identidad de cada experiencia individual está parcialmente determinada por la identidad del yo que la tiene, y por tanto la identidad de un yo es independiente de las identidades de sus experiencias. Y los hechos sobre la identidad de los yoes (por ejemplo, en situaciones contrafácticas), a diferencia de los hechos sobre la identidad de las entidades materiales, no son vagos ni están determinados por la convención. Por lo tanto, los yoes son individuos: existen hechos robustos sobre qué entidad de su clase es cada yo, hechos que, por ejemplo, una concepción de paquete del yo no puede captar.


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